Nusterzé o poscrà – Giorgio Agamben

«No creo en el mañana, quizás en el después de mañana» escribió Joseph Roth. ¿En qué creo yo? Ni en el mañana, ni el después de mañana –quizás en el poscrà o pescridde, como me parece que se dice en pugliese el día que sigue al posmañana. Pero en verdad creo sobre todo en el nustérze (en el anteayer) o en el día anterior al anteayer. Son la comprensión y el conocimiento del pasado los que hoy faltan, no solamente a los más jóvenes. Pero es quizás el tiempo el que falta, en todas sus éxtasis y formas, porque el futuro que los ha devorado está vacío y nadie más lo cree, mientras que el presente es por definición invivible. El tiempo que necesitamos no es, de todas maneras, ninguno de estos: es aión o eón, el cual los antiguos retrataban como un jovencito con alas en los pies haciendo equilibrio sobre una rueda, que se puede aferrar sólo por un mechón que tiene delante en la frente –la ocasión– y, si lo dejás pasar, estás perdido para siempre.

Aión es el color del tiempo, el tiempo de la vida, y, como recita un proverbio mexicano, éste tiempo especial no falta jamás, hay más tiempo que vida –quizás porque este tiempo y la vida son la misma cosa. Es un tiempo que no se puede contar, que se puede expresar solamente con adverbios y jamás con números: ahora, ya siempre, a esta altura, pronto, tarde, todavía, jamás, poscrà… El problema es que no estamos vivos y la ocasión es puntualmente aquella de redevenir o de devenir vivos («hacerse vivos», como se dice), de recuperar el tiempo, no importa cómo ni cuándo, si no es hoy será anteayer antes que poscrà. En torno a nosotros no hay más que momias, cadáveres que pretenden dirigir la propia exhumación, y atormentarnos con decretos y noticias para hacernos participar en su siniestra ceremonia. Es con tales momias que debemos romper, sólo si les damos nuestras espaldas será posible, nustérze o poscrà, que el joven alado nos visite con su mechón –y esta vez no, no lo dejaremos escapar.

 

2 de marzo de 2023

Giorgio Agamben