Hay un aura de misterio y de divinidad alrededor de los gatos, la cual raramente ha sido interrogada. El dominico Robert Kilwardby escribió una brillante analogía que sirve de guía al respecto: «La naturaleza […] así como ha puesto en el ojo del gato una luz para hacer luz en medio de las tinieblas […] así también ha asignado al espíritu imaginativo [sic spiritui] imaginativo […] la luz interior que le era debida». Aquí el espíritu imaginativo, muy lejos de ser degradado por su comparación con el mundo del felino, es jerarquizado. Es la luz que continúa iluminando aún cuando la noche ha alcanzado su máxima potencia y todo lo que es ha caído en la total homogeneidad e indistinción. Se trata de la percepción de lo imperceptible que San Juan de la Cruz cantó con inspiración y razón: «Aquesta eterna fuente está escondida/ en este vivo pan por/darnos vida,/ aunque es de noche.// Aquí se está llamando a las criaturas/ porque desta agua se/ harten aunque a oscuras,/ porque es de noche.// Aquesta viva fuente que deseo/ en este pan de vida/ yo la veo,/ aunque es de noche». Sin embargo, padeceríamos del mal de la literalidad, del mal de la letra, si pensáramos que el aura del gato se manifiesta exclusivamente en su capacidad para ver en la noche. No, el aura no es solamente un modo de mirar lo que se manifiesta con mayor eficacia, no, para nada. La clave se encuentra en el siguiente pasaje del Convivio de Dante:
vemos una continua prueba de nuestra inmortalidad en las adivinaciones de nuestros sueños, que no podrían tener lugar si no hubiese en nosotros alguna parte inmortal, dado que, si se piensa con sutileza, es preciso que el que revela sea inmortal, ya sea corpóreo o incorpóreo –digo «corpóreo o incorpóreo» por las diversas opiniones que encuentro sobre este punto–, y quien es movido o informado por un informador inmediato debe tener proporción con el informador, y no hay ninguna proporción entre lo mortal y lo inmortal.
Considerando que el espíritu imaginativo que se patentiza en el sueño no es mero delirio ni tampoco mero subjetivismo, sino que él es lugar de donación de la verdad, esto es, de revelación, que los gatos duerman hasta 20 horas por día es el principal motivo por el cual ellos se ven rodeados de tan noble y misteriosa aura. Si bien su cercanía con lo abierto y lo angelical les impide poner en palabras sus sueños, apuesto que a que en ellos hay tanta verdad y amor que perderíamos el lenguaje de siquiera aproximarnos. Volveré sobre esto si, eventualmente, Pascual corre el peligro de confesar sus sueños.