La virginidad, la experiencia de una forma-de-vida pobre, feliz y prudente…1
1. Walter Benjamin diagnosticó la siguiente paradoja:
las personas solamente tienen en mente el interés privado más egoísta [das engherzigste Privatinteresse] cuando actúan, pero al mismo tiempo su conducta está determinada, más que nunca, por los instintos de la masa. Y, más que nunca, los instintos de la masa se han vuelto insensatos y extraños a la vida.2
La máscara de la libertad individual esconde a los instintos de masas, los cuales a diferencia de aquellos propios de los animales, no tienden a la supervivencia sino a la autodestrucción. Lo que diagnostica aquí Benjamin no es solamente el egoísmo inmemorial de lo humano, sino un fenómeno radicalmente nuevo. Giorgio Agamben lo ha ilustrado a partir de los lemmings3, pequeños roedores que ponen en abismo el presupuesto biológico que sostiene que todo lo viviente busca conservar y aumentar sus fuerzas, puesto que llevan adelante migraciones masivas que culminan con el suicidio en el mar. El nihilismo generalizado de la biopolítica, a saber, de una vida reducida a la matriz biológica ha resultado insoportable y, una y otra vez, se comprueba que la humanidad prefiere morir como los lemmings antes que vivir sin Dios, sin política, sin filosofía ni esperanza. Es posible profundizar este diagnóstico al evidenciar que el instinto suicida es sintomático, no sólo del nihilismo, sino también del fin de la prudencia.
La prudencia ha sido inescindible de la vida práctica y política desde tiempos inmemoriales. En el caso de Aristóteles enseñó que la prudencia (phronésis) es una especie de conocimiento y hábito práctico (héxis praktikè), por lo que:
[…] parece propio del hombre prudente el ser capaz de deliberar rectamente sobre lo que es bueno y conveniente para sí mismo, no en un sentido parcial, por ejemplo, para la salud, para la fuerza, sino para vivir bien en general. […] Por eso creemos que Pericles y otros como él son prudentes, porque pueden ver lo que es bueno para ellos y para los hombres, y pensamos que ésta es una cualidad propia de los administradores y de los políticos. Y es causa de esto por lo que añadimos el término «moderación» al de «prudencia», como indicando algo que salvaguarda la prudencia. Y lo que preserva es la clase de juicio citada; porque el placer y el dolor no destruyen y perturban toda clase de juicio (por ejemplo, si los ángulos del triángulo valen o no dos rectos), sino sólo los que se refieren a la actuación.4
No sería extraño, entonces, sugerir que existe un estrecho lazo entre el emerger de la biopolítica, el eclipse de la política y la decadencia de la prudencia, si se subraya que ella delibera rectamente sobre lo que es bueno –sin que sea ni un arte ni una ciencia–, no desde la perspectiva parcial de la medicina, sino en dirección al vivir bien y en común. De allí también la ausencia de grandes políticos y la abundancia de marionetas iracundas e impulsivas. Todavía más, allí donde prima el instinto suicida de masa, priman el placer, el ansia de dominio, el deseo de la acumulación infinita de bienes finitos, a saber, gobiernan las pasiones del poder soberano. Son pasiones que destruyen especialmente a la prudencia, puesto que ella excede al cálculo de la soberanía y no es una mera acción moderada, sino el desapego total de la noche oscura, la cual hace posible el libre, feliz, y pobre uso de lo inapropiable.
La decadencia de la prudencia –la cual también asociaba a la sabiduría– era algo inimaginable por Hobbes, quien si bien perteneció militantemente al proyecto moderno de expropiación de la experiencia reduciendo el lazo social al cálculo del valor y la estima, sin embargo, todavía podía escribir que: «la prudencia no es sino experiencia; cosa que todos los hombres alcanzan por igual, en tiempos iguales, y en aquellas cosas a las cuales se consagran por igual»5. Justamente, si la raíz de la prudencia era la experiencia, ella había sido ya arrancada del suelo fértil de la tierra, tal como diagnosticó Benjamin en Armut und Erfahrung y profundizó Agamben en Infanzia e Storia. En reemplazo del árbol y sus raíces, surgió un nuevo rizoma de plástico pero infinitamente más dogmático: la biopolítica. Se lanzó a destruir todo lo inapropiable bajo el mandato de la vida desnuda, buscando ocultar el nihilismo con la ilusión óptica del progreso de la libertad individual. Como planteó Agamben en Finis Italiae6, en la «libre» regulación biopolítica de la natalidad, en realidad, lo que se genera es una sistemática reducción de la población hasta su extinción.
¿Cómo desatar, entonces, a los vivientes de sus cadenas gubernamentales y restituir la experiencia a la vida? En la virginidad se encuentra la vocación que responde a esta llama lacerante, a tal llamada surgiva y vital. Leonardo Mastromauro ha logrado exponer cómo se dan aquí y ahora los restos de tal forma-de-vida. En la pobreza de la virginidad, a diferencia de la miseria de la técnica, se encuentra la riqueza de la experiencia y, así, de la prudencia. Agotada la tradición política e histórica y emergida la vida desnuda como liturgia incesante resta abierta, sin embargo, la posibilidad de tomar serena distancia y ejercer la potencia de no para empobrecerse a partir de la virginidad –¡la virginidad como la potencia afirmativa e impersonal en toda potencia de no!– y, eventualmente, desactivar la máquina biopolítica.
2. ¿Qué es la virginidad? Vivir aquí y ahora en el Reino. No tener nada para tener todo en común, no tener nada más más que un nombre dado y sobreabundante, no tener nada más que experiencia, prudencia y ansia de cumplimiento, una muy especial necesidad no de tal o cual ente, sino de desactivación de toda máquina de división y separación. Walter Benjamin, en un fragmento recuperado por Giorgio Agamben, escribió:
En la representación de la sociedad sin clases, Marx ha secularizado la representación del tiempo mesiánico. Y es bueno que haya sido así. […] La sociedad sin clases no es la meta final del progreso en la historia, sino su interrupción tantas veces fallida y por fin llevada a efecto (I/3, p. 1231).7
Sin embargo, la secularización marxista del tiempo mesiánico ha olvidado la forma-de-vida virgen –quizás porque no es tanto mesiánica, sino cristiana, tal como recuerda Pio XII en Sacra Virginitas8. De todas maneras, la impronta positivista marxista restringió lo inapropiable a un anhelo redistributivo calculable, olvidando así que la vida virgen es una vida desposeída aquí y ahora de cónyuge, herencia y propiedad privada. Es la verdad que recuerda hasta el impío en palabras de San Agustín, palabras que glosan al evangelio de Mateo (Mt. 19, 10-12):
Por último, escuchemos cómo el Señor mismo afirma algo que no deja lugar a dudas. Cuando, infundiendo un terror divino, indicaba que los esposos no debían separarse más que si mediaba fornicación, le dijeron los discípulos: Si esa es la condición (del varón) con la mujer, mejor es no casarse. A los que él respondió: No todos entienden esta palabra [Non omnes, inquit, capiunt verbum hoc]. Porque hay eunucos que lo son por nacimiento; pero hay otros que se hicieron a sí mismos eunucos por el reino de los cielos. Quien abraza esto, que lo abrace. ¿Se pudo decir algo más verdadero y más lúcido? Es Cristo, es la Verdad, es el Poder y la Sabiduría de Dios quien dice que quienes se contienen de tomar mujer por una motivación de piedad filial se castran a sí mismos por el reino de los cielos. ¡Y, sin embargo, la vanidad humana pretende con impía temeridad que quienes así obran únicamente evitan los agobios del tiempo presente, consistentes en las molestias conyugales, pero que en el reino de los cielos no tendrán nada que los demás no posean también!9
Ciertamente sería tan impío como insensato pensar que nada más se trata de ahorrar las molestias conyugales – por el contrario, serán sin molestia alguna, pues perderán la vida: los virgenes tendrán las «molestias» de la persecución hasta el martirio. Por lo tanto, los eunucos perderán todo para vivir en la proximidad de Cristo. No tendrán más que un libre uso de lo inapropiable, por ello, nada que los demás no posean. En este sentido recibirán la experiencia surgiva de lo lingüístico en su límite extremo con lo inapropiable: un nombre eterno y sobreabundante. Tal como se lee en Isaías, también llamado el quinto evangelio: «les daré en mi casa y dentro de mi muralla un puesto elevado, algo mucho mejor que (tener) hijos e hijas, les daré un nombre eterno que nunca les faltara» (Is. 56, 5). Hermann Usener aporta una clave decisiva para la comprensión de esta promesa en Götternamen. Versuch einer Lehre von der religiösen Begriffsbildung. Allí explicó arqueológicamente que todos los nombres de los dioses son «nombres de acciones o acontecimientos momentáneos»10. Cada Dios especial (Sondergott) es, más bien, el acontecimiento del nombre que da cuenta de una llamada antes que de algo disponible. Por ello, cada nombre propio ha olvidado, en realidad, su relación con su raíz vital y se ha separado de una acción o situación decisiva. De todas maneras, decisivo es que Usener logra exponer cómo en el vínculo entre las palabras y las cosas, en la función de testimonio y juramente de la nominación, tradicionalmente era interpretado como sostenido a partir del poder del logos o de algún Dios. Por ello, la nominación indica el límite innominable e indecible de toda experiencia lingüística, especialmente allí donde es imposible distinguir entre un nombre apelativo y un nombre propio. La vida virgen, la vida más desposeída y pobre no reciba nada más que un nombre inapropiable, a saber, un estrecho vínculo con el mundo en tanto es dado, regalado y no pertenece a nadie. En la nominación el lenguaje muestra su carácter dinámico y vital, a saber, su estrecha intimidad con lo dado.
A su vez, Agustín recuerda que al final de los tiempos sólo los vírgenes cantaran al Cordero, a saber, el resto del pueblo de Israel que no se arrodilló ante el becerro de oro:
Seguí mirando, y pude ver un Cordero, que estaba de pie sobre el monte Sión. Lo acompañaban ciento cuarenta y cuatro mil, que llevaban escrito en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre. [et ecce Agnus stans supra montem Sion, et cum illo centum quadraginta quattuor milia, habentes nomen eius et nomen Patris eius scriptum in frontibus suis.] […] Cantan un cántico nuevo delante del trono y delante de los cuatro Vivientes y de los Ancianos. Y nadie podía aprender el cántico, excepto los ciento cuarenta y cuatro mil rescatados de la tierra. Éstos son los que no se mancharon con mujeres, pues son vírgenes. […] No fue encontrada mentira sobre su boca. No tienen tacha. (Ap. 14. 1-5)
Esto puede comprenderse a partir del nombre que les ha sido dado, un nombre adánico, previo a la caída y el lenguaje comunicativo. El nombre paradigmático es el divino en la medida en que indica la unidad inseparable entre significante y significado; es una palabra que no se impone, sino que llama gratuitamente. Y Leonardo Mastromauro, en el mismo sentido, ha explicado que: «un saber virgen, una palabra verdadera, ha de ser pensada a partir de esta inescindibilidad […] el saber virgen no es otra cosa si no la palabra tal como se da en su naturaleza surgiva». Por ello, Nicoletta di Vita escribió con respecto al himno que: «su naturaleza asemeja a una rememoración, en forma de poesía, de la palabra puesta por primera vez frente a la “divinidad” del mundo»11. La virginidad es la vida himnica por excelencia, la experiencia de la voz y del nombre que recuerda que siempre dice lo indecible, siempre dice todo el mundo y más que el mundo, que no hay mejor manera de hablar de Dios que cantar su nombre –¡y así también le es dado un nombre inmemorial, pobre y sobreabundante!
3. En la parábola de las diez vírgenes (Mt. 25, 1-13) se presenta la figura del Reino a partir de cinco vírgenes necias y cinco vírgenes prudentes quienes, con una lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio. Las necias no se proveyeron de aceite, mientras que las prudentes sí. Al tardar el novio se durmieron. A la medianoche llegó sorpresivamente. Al disponer sus lámparas para recibirlo, las necias no tenían aceite, el cual salieron a comprar. Allí fue cuando ingresó el novio y cerró la puerta con las prudentes dentro. Las otras vírgenes llegaron tarde, golpearon, pero el novio no las reconoció.
La parábola pone en cuestión la plena identidad entre virginidad y prudencia o vigilia. No basta la condición fisiológica, la virginidad no logra desapegarse del mundo y llevar a cumplimiento la justicia sin un incesante hábito de vigilia y prudencia –la virgen deja así de ser inmediatamente virgen y es separada de su virginidad. Las necias prefirieron dormir y hacer las compras cuando era el momento de prepararse militantemente para la vida nueva. Por ello, una virgen necia es una virgen que ha perdido la vocación a la ocasión de lo inapropiable a la cual su virginidad ha sido llamada. En tanto que resto, la virginidad se mantiene prudentemente a la espera de la redención, de la ocasión a partir de la cual todo puede cambiar y, así pleromáticamente, Dios sea todo en todo.
Por ello, la prudencia no es nada más un actuar moderado y mesurado sino, por el contrario, un desapego radical, el cual, aunque no sea más que un margen en el desierto, presagia –vive aquí y ahora, pero todavía no– el momento de consumación en el que todo será inapropiable. La incomprensión en la que ha caído la virginidad está hecha del mismo olvido en el que ha naufragado la prudencia, el cual al dejar atrás lo inapropiable, también dejó atrás la posibilidad de iluminar y habitar prudente y políticamente este mundo, pues encuentran su stella maris en la justicia que viene.
4. La virginidad ha sido vilipendiada y olvidada sistemáticamente para asegurar con distintos dispositivos la calculabilidad total, tanto jurídica como biopolítica de los vivientes. Se trata del mismo olvido de la vida inmemorial que la convirtió en mera vida biológica y, así, en un largo y gris apagarse en el sin sentido. El emerger al centro del derecho de la vida desnuda es inseparable del sistemático ataque y, a la vez, olvido de la virginidad. En este contexto, Leonardo Mastromauro lleva adelante con coraje una fenomenología de la forma-de-vida a partir de la virginidad. Mientras que la forma de vida no es más que un rol asignado de manera mecánica por la soberanía, la forma-de-vida es una vocación que responde a una llamada sin soberanía. Es así que la virginidad es el paradigma de una vida que se torna clandestina e impersonal al evocar y escuchar incesantemente la gratuidad inapropiable del amor. En tanto que forma-de-vida presagia y vive aquí y ahora en el Reino, como señala el evangelio: «Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos» (Mc 12, 25).
Mastromauro expone a la vida pobre, feliz y virgen a partir de una inmensa constelación de nombres e ideas: Meister Eckhart –con la radical idea de desapego hasta el abandono incluso de Dios para así efectivamente ser indistintos a Dios, en contrapunto con la dimensión propia de la voluntad del pensamiento de Agustín–, Reiner Schürmann –sin quien sería imposible hablar de una metafísica destituyente, la cual es patentemente inescindible de su estudio temprano de Eckhart como dominico–, María Zambrano –presentada a partir de la figura del desterrado, quien para evitar la alienación en el desierto, lo abandona e interioriza lo que resta de él–, Walter Benjamin -en un brillante contrapunto con Michel Foucault, poniendo en cuestión desde la idea de lo inapropiable la reducción de la verdad a mera relación de poder–, Trotula –quien desaconseja contra la castidad y virginidad por razones médicas, puesto que acumularían un exceso de semen que se convertiría rápidamente en veneno–, Martin Heidegger, Angelus Silesius, Margarita Porete, Ireneo, Juan Clímaco, Orígenes, entre tantos otros.
El agotamiento tanto de la historia como de la política amenaza con reducir la vida a mera vida desnuda, al mero conformismo y a la mera sumisión disfrazada de libertad individual y de progreso. Ante este panorama es todavía más urgente e imprescindible, esperando contra toda esperanza, indagar en la virginidad como biopolítica menor. Por ello, Mastromauro escribió que:
[…] la virginidad es lo “sin modo” que comparece cuando todos los modos han alcanzado su consumación histórica. Ella, por lo tanto, anuncia la figura de una política nueva en tanto muestra qué puede una vida en las ruinas políticas, económicas y sociales a las cuales los individuos han sido yectos.
Se trata, entonces, de exponer aquí y ahora a la virginidad, a saber, cómo se da la llamada a una forma-de-vida sin fundamento, sin por qué y sin modo. Por cuanto se haya hablado en la filosofía contemporánea del fin de la metafísica, sin embargo, rara vez se ha mostrado la intimidad entre una vida pobre y virgen y el abandono de la metafísica ordenada a partir de una arkhé como ha llevado adelante aquí Mastromauro. En esta minuciosa y profunda excavación arqueológica se encuentran los primeros signos para prender la chispa que incendiará la pradera.
Juan Cruz Aponiuk
Bibliografía
Agamben, G. (2021), Homo sacer. Edizione integrale 1995-2015, Quodlibet, Macerata.
Agustín, S. (1985), «La santa virginidad» en Tratados Morales, Obras de San Agustín en edición bilingüe. Tomo XII, Trad.: Pio de Luis. O.S.A, Biblioteca de Autores Cristianos, La Editorial Católica, Madrid.
Aristóteles (1985), Ética Nicomáquea. Ética Eudemia, Trad.: Julio Palli Bonet, Editorial Gredos, Madrid.
Benjamin, W. (2009). Einbahnstraße, Werke und Nachlaß. Kritische Gesamtausgabe, Band 8, Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main.
– (1974). Gesammelte Schriften. Abhandlungen. Band I. 1, 2, 3, Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main.
di Vita, N. (2022). Il nome e la voce. Ṕer una filosofia dell’inno, Neri Pozza editore, Vicenza.
Hobbes, T. (1996). Leviathan or The Matter, Forme and Power of a Commonwealth Ecclesiasticall and Civil, Oxford University Press, New York.
Ubiet López, J. A. (2019). Biblia de Jerusalén, Desclée De Brouwer, Bilbao.
Betori G., Bertalot V. (2020). Il Nuovo Testamento Greco, Latino, Italiano. Libreria editrice Vaticana, Vaticano.
1Prefacio para «La verginità. Saggio sulla vita che resta» de Leonardo Mastromauro. En italiano: https://www.academia.edu/128206748/Prefazione_La_verginit%C3%A0_Esperienza_di_una_forma_di_vita_povera_felice_e_prudente_Aponiuk
2Benjamin 2009, p. 22.
3Agamben 2024. Consultado 11/05/24: https://www.quodlibet.it/giorgio-agamben-uomini-e-lemmings
4Aristóteles 1985, Ética Nicomaquea 1140a25, p. 273.
5Hobbes 1996, p. 82.
6Agamben 2023. Consultado 24/05/24: https://www.quodlibet.it/giorgio-agamben-finis-italiae
7Benjamin 1974, 1231.
8Pio XII 1954. Consultado: 16/05/24: https://www.vatican.va/content/pius-xii/it/encyclicals/documents/hf_p-xii_enc_25031954_sacra-virginitas.html
9Agustín 1985, pp. 170-171.
10Agamben 2021, p. 353.
11di Vita 2022, p. 130.