El analfabeto por quien milito

El analfabeto por quien milito

La marcha universitaria promete constituir un decisivo freno al terrorismo de la anarquía de los banqueros, un primer y ansiado katechón, una verdadera fuerza del cielo que imprima el sello y la signatura del fin al poder disolvente del anticristo. Sin embargo, la autorreferencialidad abunda a la hora de defender la educación pública. Es como un parásito que convierte a su huésped, una causa justa, en una manera de ampliar las propias posibilidades de supervivencia al tirar oportunamente el currículum por la ventana. Es cierto, de todas maneras, que todo concepto político y personal es un concepto teológico y trinitario secularizado. Aun así, no hace falta haber leído a Ivan Illich para darse cuenta, de inmediato, lo elitista y excluyente del planteo, así como también, es cierto, que aquél soberano condicionadísimo, hasta el punto de definirse que como «un católico que se arrodilla diariamente ante un judío» ganó las elecciones prometiendo destruir la universidad y, especialmente la investigación en humanidades, es decir, ganó votos a partir del resentimiento que genera haber quedado fuera del sistema educativo así como sacó plusvalor político de la complicidad de las humanidades con el nihilismo, no para abandonarlo, sino para profundizarlo.

Más allá de los orgullos y títulos civilizatorios obtenidos, estos no impiden que la situación general sea la de la descomposición terminal no solamente de la universidad, sino sobre todo de la patria –es más fácil imaginar la disolución de la Argentina que de la UBA, la cual funciona y genera valor con creces y, como indica la ausencia en su nombre, excede a lo nacional. Cesar Vallejo definió la intención escatológica de su poesía: «por el analfabeto a quien escribo». Por ello, la lucha no es tanto por los graduados, ni siquiera por los estudiantes, sino por todos los que no han podido ni siquiera llegar a la alfabetización, por los que habitan cada día la patria profunda. Es imprescindible parafrasear a Vallejo para profundizar en la vocación de justicia en juego: «el analfabeto por quien milito».